No debiste confiar en mi cariño;
no pensaste que fuera yo capaz
de observar tu partida nada más
y seguir tan tranquila mi camino.
Bien sabías que estaba ya prohibido
escarbar, mordisquear, aullar, huir,
defecar, orinar y destruir.
Casi nada te estaba permitido.
No llevé nunca a cabo tu rescate,
yo era, como tú, una mantenida;
hoy lamento haber sido tan cobarde.
Sólo espero que nadie te maltrate,
que cuentes con cobijo, paz, comida
y a San Francisco pido que te guarde.
Georgina Wilson - Ciudad de Mexico
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